Existen por estos lares del Señor, restaurantes que se dedican exclusivamente a preparar exquisitos platos con productos provenientes directamente de la caza. Desde la sencilla Codorniz hasta el tan respetable Jabalí o el elegante Ciervo, los platos adquieren un precio superior, solo permisible en ocasiones especiales. Para nosotros, sencillos guajiritos de un pueblo, donde lo más fiero y salvaje que podíamos comer era una Jutía o unas ancas de Rana esto representa vivir una novela al estilo de Julio Verne. Cuando veíamos en la televisión cubana, allí en el viejo Santiago aquellos programas sobre la naturaleza y su ecosistema de Rodríguez de la Fuente nos parecía que formaba parte de otro mundo muy lejano de nosotros. Resulta sorprendente como la emigración nos hace mas realistas y mas terrenales y quizás aprendemos a darle el valor real de las cosas y a situar a las personas o acontecimientos en un contexto más humano, más racional. Tropesarte en una carretera con un gran oso o ver y escuchar el aullido estremecedor de un lobo, nos destruye el sueño de niños cuando nuestro oso mas cercano era Yogui y nuestro medio lobo era Colmillo Blanco. Sin profundizar mucho existe una gran diferencia entre comerte un pollo de granja o comerte un pollo en libertad, la libertad hace fuerte su carne y su corazón pero eso hay que pagarlo muy caro.
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