El verano en España trae consigo verbenas y fiestas por doquier. Pero el niño que llevamos dentro no puede dejar de recordar aquellas que se celebraban en nuestro pueblo. Allí en la doble vía y frente a la antigua compañía de electricidad de levantaba nuestra gran estrella o noria que giraba lentamente quizás solo unos palmos por encima de los postes de luz. Abajo entre rifas y juegos de azar se elaboraban los algodones de azúcar con su suave tacto y misteriosa creación. La simbiosis entre norias y algodones es la figura representativa de toda verbena que se aprecie, sin ellas no se completa el puzzle de la alegría y la magia. Las estrellas o norias tienen su antepasado en un artilugio utilizado para los sistemas de riego por griegos, romanos y árabes, con ella se elevaba el agua de cotas inferiores. Por su parte el algodón de azúcar tiene su base de origen en el año 1400 en Italia donde los cocineros solían calentar azúcar hasta hacerla líquida y luego con un tenedor formaban largos hilos flexibles que enredaban como decoración de otros postres, pero no fue hasta los últimos años de 1890 que los fabricantes de caramelos Willian Morrinson y Jhon C. Warton crearon una máquina que automáticamente formaba estos hilos previamente coloreados. Este invento fue presentado por primera vez en la Feria Mundial de 1900 en Francia con el nombre de Fairy Floss ( Seda de Hadas), posteriormente fue presentada en la Feria Mundial de Saint Louis en 1904, con el éxito que aun perdura.
Desde la noria en su altura máxima se divisa toda la ciudad y playas de Gijón. La nuestra era mucho más pequeña, pero las sensaciones y los sueños son los mismos..
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