lunes, agosto 30
Popular en España.
Aprendimos a fumar allí en el viejo Santiago y sufrimos en los momentos que adquirirlo era todo un reto. Recuerdo la época de estudiante universitario cuando hacíamos una rueda para fumarnos un solo cigarro entre 4 o 5 después de haber pagado entre todos 10 pesos por una cajetilla. A los que hoy rondamos los cincuenta no nos tocó la cuota mensual que daba el estado, la misma que en estos días tuvo su final. Dependíamos de alguien que no fumara en la familia o de los que negociaban con ellos.
En España en la actualidad se cierran cada vez más las puertas a los fumadores. Se ha prohibido en todas los centros de trabajo, lugares públicos cerrados y para el mes de enero del próximo año no se podrá fumar en bares, cafeterías o restaurantes. Al margen de lo dañino que puede ser para la salud lo es también para el bolsillo. Fumar representa un coste que ya no todos se pueden permitir. La mayoría de marcas sea de tabaco rubio o negro sobrepasan los 3 euros no existiendo diferencias significativas entre ellas. Hace algunos años el tabaco negro era senciblemente más barato que el rubio. Mientras una cajetilla de Ducados, el negro por excelencia costaba 100 pesetas es decir menos del euro, el Winston o el Malboro se acercaban a las 300 pesetas. Para los fumadores de negro la llegada al mercado de un tabaco procedente de Cuba nos hizo respirar ya que se vendía más barato que el Ducados, pero en la actualidad están equiparados. Como ironía del destino hoy fumo Popular la misma marca de cigarros de mi comienzo. El daño que me puede hacer es el mismo, pero quizás lo acepte con más romanticismo.
miércoles, agosto 25
El último café.
A las cinco de la mañana ya estaba la abuela en la cocina haciendo su colada de café, el viejo colador se mantenía gracias a sus manos prodigiosas. Nunca le gusto utilizar la cafetera tipo italiana que le habíamos comprado, le tenía pánico cuando supo que podía explotar. El café lo guardaba en un viejo termo que había perdido su color original y comenzaba a tener herrumbre en su base. Si algo no podía faltar en casa era el café, y aquellos paquetitos que daban por la libreta se multiplicaban por arte de magia, era mejor no preguntar su origen era evidente. La abuela era una persona especial, era una mujer inteligente, con un sentido común envidiable y una mezcla de bondad y rectitud. Pero para ella, acostumbrada a ser centro de la familia y de sus vecinos era muy importante tener un buchito de café para los que llegaban a nuestra casa.
Hace cinco años tomé con ella el último café allí en el viejo Santiago, me lo dio con el mismo amor de siempre pero sin saber quien era aquel que la visitaba, nací y viví junto a ella toda mi vida pero a sus 98 años, su único nieto por el que tanto dio, era un extraño visitante que no podía marchar sin probar su café. Hoy recuerdo a la abuela desde estas tierras donde el café es una carta de presentación y un sinónimo de estar vivo. Si para nosotros el café es parte de nuestra rutina diaria y símbolo del cubano más auténtico para un español es el medio para compartir todo encuentro de negocios o de amor. Aunque el café en su esencia es el mismo, a diferencia de nosotros en España su manera de consumirlo se hace bastante complicada. Llevaba solo horas en Madrid cuando pude sentarme a la barra de un pequeño y angosto Café, muy cerca de la Estación Sur de Autobuses de la capital.
domingo, agosto 22
¿A que hora comemos?
sábado, agosto 21
La cultura del Bar.
sábado, agosto 14
La Cocina Económica.
Amaneció lloviendo y el cielo muy gris, en días así la nostalgia aflora y te hace recordar y pensar. Escribir puede ser un desahogo y como soy un privilegiado puedo hacerlo, a otros ni se les escucha por el medio en que viven o por la mordaza que el destino puso a sus vidas.
Hablar de recuerdos cuando de comida se trata puede ser un insulto a ese propio recuerdo y presente de nuestra existencia. Todos los días conozco de primera mano la situación de nuestros coterráneos en el diario sobrevivir y confieso que muchas veces siento el deseo de tirar la toalla y recordar los nuestro en el más absoluto de los silencios. Hace algunos años una Santiaguera de visita en España y a la cual habían invitado unos parientes españoles visito en nuestra compañía un gran supermercado, el más importante de España y sobre sus mejillas corrían las lágrimas solo de acordarse de cuanto disfrutaría su nieto al ver tantas cosas bonitas y ricas. Resulta incomodo y a veces irracional cuando nos vamos de compra y no sabemos que poner en el carrito cansados de tanta variedad y por lo general siempre compras lo mismo. Hablar de comida en este mundo de la gran información resulta a veces inoportuno. No solo son las noticias de nuestro viejo Santiago, a diario conoces la situación en la que viven millones de personas y de verdad que se te enfría el alma y el estómago. Aquí ha y un refrán que tienes que poner en practica a diario, “siempre que tienes un problema mirar a tu alrededor, siempre habrá alguien peor que tu”. Hoy España no anda nada bien, en más de un millón da familias españolas ninguno de sus miembros tiene trabajo, cada día miles de familias pierden sus casa por no pagar las hipotecas, los jóvenes no tienen futuro. El último informe sobre el tema refleja que podemos estar hablando de una generación perdida. Los universitarios no encuentran trabajo y el que lo tiene responde a llamados contratos basura y salarios miserables. Esto es España, es Europa, hace apenas diez años el boom inmobiliario y todo el enjambre económico reflejaba una sociedad de derroche, las entidades financieras daban crédito a derecha e izquierda, comprabas una vivienda y te financiaban más del 100 por ciento de su valor, con la compra de tu casa te hacías de un coche y hasta de los muebles y quizás para completar unas vacaciones en el Caribe. Como agente inmobiliario que era en esa época doy fe que eran mínimas las operaciones que no se autorizaban, bastaba presentar una nómina y el mundo se abría a tus pies. Hoy ni con un aval del santísimo Papa te dan un préstamo, y aquellos que vivieron por encima de sus posibilidades hoy pagan el atrevimiento.
Puede ser que el origen de las penurias para muchos tuvo su comienzo cuando en el año 2002 la moneda española en curso la peseta diera su paso al euro, el redondeo de los precios en una hábil maniobra desvirtúo el valor de las cosas. Para poner un ejemplo sencillo; un café en un bar costaba 100 pesetas, existía una moneda con este valor y era muy practico para su manejo, cuando se paso al euro este mismo café costaba un euro, pero al cambio eran 166 pesetas y para el resto de alimentos fue similar. Por el contrario los salarios siguieron siendo exactamente los mismos en su conversión de peseta a euro. Hoy en día se ha incrementado considerablemente las personas que tienen que recurrir a la caridad de organizaciones que en una lucha noble tratan de al menos garantizar un plato de comida caliente. En la ciudad donde vivo Gijón existe desde 1905 la llamada Cocina Económica que con el trabajo y aportes de voluntarios y religiosas garantizan que toda persona que lo necesite pueda comer en ella por un simbólico precio y en algunos casos extremos de manera gratuita. En los últimos tiempos la cocina económica ha incrementado en más del 25 por ciento las comidas que daban a diario pero lo más interesante es que cambio el perfil de los que acuden a ellas. De personas por lo general marginadas o drogodependientes se ha pasado a individuos o familias enteras que hasta hace poco tenían una vida relativamente normal.
En mis recuerdos esta siempre lo que fue nuestra vida en Santiago, los más viejos tienen los suyos y nosotros los nuestros. Pero la vida te lleva por derroteros que hacen que tengas que reflexionar, y darle el valor que corresponde a cada cosa y a cada momento y siempre pensar que tenemos que mirar atrás con gratitud y hacia delante con optimismo. Lo dice uno que alguna vez en una época pasada tuvo que tocar en la puerta de la cocina económica de esta mi nueva ciudad para pedir un plato de comida. En ese momento juro que desearía haber estado en alguna de nuestras cafeterías; en el Cocody, en el Mozambique o en el Paso, aunque me hubiesen servido una croqueta Pega Cielo o un pan con minuta de pescado.