Nacimos en un lugar donde climatologicamente hablando no somos capaces de diferenciar las estaciones del año, alguien dijo que Cuba era un eterno verano y no deja de ser verdad, para ser honesto la primera vez que regresé a nuestra tierra después de muchos años no era capaz de comprender y sin ínfula alguna como pude vivir con tanto calor una buena parte de mi vida. Ese golpe de calor que te sacude el pecho, que te abraza los sentidos a esta altura de la película resulta difícil de aceptar. Aquí en España son muy notables las variaciones entre una estación y otra del año. Lo primero por supuesto es la manera de vestir, es tanta la variación que puedes no reconocer a una persona cercana. Al primer rayo de sol de la primavera y cuando los termómetros sobrepasan los 20ºC el despelote es general y te sorprendes al ver cuerpos esculturales semi desnudos que hasta entonces han estado ocultos en oscuros abrigos, bufandas y gorros. Otro análisis es la comida. Pedir en un restaurante un potaje o una sopa en primavera o verano es una ofensa a la inteligencia, las ensaladas y platos fríos en general ocupan el menú a servir y si pides algo caliente te miran con recochineo como dicen aquí. Por mucho que trato de recordar no soy capaz de percatarme si en en nuestras casas de Santiago se comía diferente según el tiempo que hubiese, si tengo claro que la abuela ponía sopa de entrante todos los días del año, aunque sudaras como un toro, o quizás puede haber sido una treta para encharcarnos la barriga y disminuir el hambre en tiempos difíciles . El potaje de frijoles negros era el mismo en Julio como en Diciembre y mientras más caliente más nutritivo. En fin que somos disconformes por naturaleza y nunca llueve a gusto de todos, aunque ya es tiempo de que los retoños verdes de la primavera lleguen a todos nosotros.
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