La Malta a pesar de su origen alemán tiene mucho arraigo en todos los pueblos caribeños, asi como también en algunas zonas de África y el sudeste asiático. En Europa en general no es habitual su consumo. En España, es una total desconocida y me costo tiempo encontrarla, hasta que un buen día en un pequeño rincón del Corte Ingles di con ella, estaba sola, desamparada como esperando a su príncipe azul.
La malta es el producto de extracción e hidrólisis enzimática de la cebada malteada, al cual se agregan azúcares de fácil asimilación, como la glucosa y fructosa, tras lo cual es sometido a un proceso de maduración en frío durante un período mínimo de una semana. Posteriormente es filtrado, carbonatado y envasado. La malta contiene concentraciones apreciables de vitaminas del complejo B, tales como: Tiamina, Riboflavina, Niacina, Piridoxina, Ácido Pantoténico, Biotina e Inositol, requeridas por los niños en grandes cantidades para su normal crecimiento y desarrollo.
Estas vitaminas intervienen en el metabolismo de muchas reacciones esenciales. Tienen como rol, entre muchos otros, proveer de energía al organismo, básicamente degradando los carbohidratos en glucosa, además de ser importantes en el metabolismo de las grasas y de las proteínas.
Aunque para algunos la palabra malta se asocie a una isla del mediterraneo o a la Sagrada orden de Malta, para un cubano es recordar nuestro vaso de pelga en la mano, o aquel vaso de malta con leche condensada o ya se le olvido a usted.
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