No tengo un recuerdo exacto del año en que el arbolito de navidad de nuestra casa del viejo Santiago desapareció de nuestras vidas. Por encima del matiz religioso que puedan tener las fiestas navideñas, que en su propia esencia lo tiene, el árbol de navidad es la expresión popular de un sentimiento que va más allá de estos valores y encierra el espíritu humano de marcar el final y principio de una etapa, en nuestro rápido paso por esta vida.
Las aguinaldas dejaron de alumbrar nuestras casas, en viejos cajones aquellos restos de luces y adornos navideños fueron pasto del polvo y la necedad humana. Los árboles de navidad pueden ser mejores o peores, grandes o pequeños, pero solo basta una pequeña luz en una rama para identificar el sentimiento por la fe y la esperanza en este mundo que nos toco vivir.
Por estas tierras en estas fechas los árboles de navidad aparecen por doquier y las luces te transportan a un mundo de fantasía. Con crisis o sin ella la gente busca refugio en estas fechas con la sola mirada puesta en una luz. Confieso que en mis primeras navidades en España a la hora de montar el árbol de navidad no sabia que hacer con él, sentía la culpabilidad del delito que llevas por dentro y el desasosiego de que alguien me viera hacerlo.
El origen del árbol de navidad se remonta a la antigua creencia germana de que un árbol gigantesco sostenía el mundo y que en sus ramas estaban sostenidas las estrellas, la luna y el sol. De ahí la costumbre de poner a los árboles luces.
Los primeros documentos que nos hablan de la costumbre de colocar en Navidad árboles de abeto o de pino en las casas son del siglo XVII. El día 24 los niños eran llevados a pasear o de día de campo, mientras los adultos colocaban y decoraban con dulces y juguetes el árbol; a su regreso los niños eran sorprendidos con el árbol y así daba inicio la celebración de la fiesta de Navidad. Esta costumbre cobra fuerza y se extiende como moda cuando la Reina Victoria de Inglaterra para celebrar la Navidad hace colocar un árbol en el palacio decorándolo con velitas que hacen relucir una serie de bellos y finos adornos.
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