miércoles, diciembre 8

De Punta Brava a la Rambla de Barcelona.


Resulta indiscutible que la historia es posiblemente el concepto más relativo que pueda existir. Cada cual la cuenta según le fue en ella y para tener la idea más aproximada de la realidad hay que devorar mucha literatura y aún corremos el infinito riesgo de equivocar nuestras conclusiones. Ayer 7 de diciembre, muy cerca de Santiago de las Vegas, allí en nuestra Loma del Cacahual es muy probable que se haya conmemorado un aniversario más de la muerte del General Antonio Maceo. Revisando viejos materiales de la prensa española de la época resulta obvio dilucidar que el mulato fornido fue una pesadilla para una buena parte de la sociedad española. Las expresiones y calificativos despectivos que recibía en su persona y en sus acciones dan muestra fehaciente que era el azote para las cortes españolas y su ejercito. La caída de Antonio Maceo fue celebrada como el gran triunfo y muchos de esta parte de la historia lo festejaron, aunque al parecer no lo tenían muy seguro.


A modo de ejemplo, recogemos un pequeño artículo publicado en la primera plana del periódico de Barcelona "La Vanguardia" en su primera edición del domingo 13 de diciembre de 1896. Es oportuno señalar que este periódico aún hoy en día se edita, vio la luz por primera vez el 1 de febrero de 1881, por lo que le convierte en uno de los periódicos más antiguos de España.


(Es una copia fiel del artículo, conserva errores tipográficos y expresiones de la época).



"Parece que Antonio Maceo ha muerto.


Y pongo el «parece» porque hay siempre


gentes incrédulas á quienes se les hace algo


difícil ei aceptar que un hombre á quien los


bolsistas de por allá ó de por aquí babíaa


matado ya una docena de veces, sin experimentar


mayor novedad en su importante salud,


se haya dejado esta vez matar de veras.


No hay duda que es extraño, pero, en fin,


se dan casos.


Desde la (arde del miércoles hasta la fecha,


no se habla de otra cosa en todas las peñas—


y cuidado si las hay—de los circuios y


de los cafés.


Ya no se habla de CardicaÜ, lo cual es


muy significativo, pues el tenor ha sido siempre


ua tema de conversación predilecto en


nuestra filarmónica capital, ni se habla tampoco


del discurso de Cleveland, ni de ia dimisión


del general Blanco; se habla tan sólo


de la muerte de Maceo y de esa materia surgen


comentarios y reflexiones y hasta dudas.


Porque, conforme he dicho hace un momento,


hay gentes que no quieren todavía


aceptar como punto definitivamente zaojado,


io del fallecimiento del famoso mulato.


El «no estoy convencido» es frase que se


oye á cada punto, con lamentable frecuencis.


Algunas personas se limitan á menear ia cabeza


con cierto aire de iucerttdumbre.y hasta


de negación, que es en extremo elocuente. Si


se les apremia para que manifiesten su opinión


» responden evasivamente:


—¡Quién sabe!.,, ¡quién sabe!,,, hasta


ahora no se puede afirmar nada...


—Pero señores—les replica algún creyente—


todos ios telegramas, inclusos los del extranjero,


están contestes en afirmar que Maceo


murió en Punta Brava.


iQuiéa sabe!... ¡quién sabe!... conviene



Y ayer, sin ir más lejos, un sugeto muy


decente, con quien me liga afectuoso trato,


se me acercó en la Rsmbla, me estrechó la


mano y me dijo &l cído:


—¿Quiere usted que le hable con franqueza?...


Pues no lo creo.


—»xY qué es lo que usted no cree, doa Antonio?


—Que mi tocayo de allá haya muerto.


•—¡Ah! ¿se refiere usted á Maceo?


—¡Hombre! ¿á quiéo ha de ser?


—¿Y porqué no lo cree usted?


—Porque no: como so me enseñen ei diíunto,


no ío creo."

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