Por derecho propio, por su elegancia, por la virilidad de su hermosa estructura, por su versátil utilidad la Palma Real simboliza la cubanía en su máxima expresión. Ninfa de músicos, poetas y pintores, como amiga inseparable de nuestro cielo azul. El premio nobel de física Albert Eintein en su visita a Santiago de las Vegas en diciembre de 1930 comparó a las palmas con brillantes estrellas del firmamento. No es menos cierto, la asociación psicológica y religiosa de la palma real con los dioses de la virilidad, del fuego de la pasión, nos remite a la idea del árbol como fuente de fertilidad cósmica, completando de esta manera el binomio hembra-macho, la hembra es la Gran madre Ceiba y la Palma el gran padre, principio binario generatriz del universo o al menos de este mundo. La
Roystonea regia, nombre científico de la Palma Real es el árbol mas presente en toda la campiña cubana. De ella todo es aprovechable. La madera de su tronco, sus hojas, sus frutos han estado y están relacionadas con la vida del campesino cubano, hasta sus secas yaguas se utiliza para envolver los tercios de tabaco, sin olvidar a la sencilla y modesta escoba de palmiche. Allí en nuestro parque Juan Delgado, se erigen como cuidadoras de nuestra pequeña historia de pueblo, como símbolo de la entereza de su gente y quizás representando, lo que un día fue.
Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista
con inútil afán? ¿Por qué no miro
alrededor de tu caverna inmensa
las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,
que en las llanuras de mi ardiente patria
nacen del sol a la sonrisa, y crecen,
y al soplo de las brisas del Océano
bajo un cielo purísimo se mecen?
José Maria Heredía (1803-1839) Nuestro primer poeta internacional.