sábado, enero 30

La Ceiba.

Sorteando los años y por encima de cualquier obstáculo natural o humano nuestra Ceiba ha sido testigo mudo del pasar de varias generaciones de Santiagueros. Ceiba pentandra en el nombre científico de este majestuoso árbol cuya divinidad traspasa los colores y sentimientos de muchas culturas y es venerado en la grandeza de su envergadura. Arboles centenarios cuya vida ha estado vinculada a la propia existencia de nuestra entidad como nación. Fue al amparo de una ceiba donde se celebró el primer cabildo y la primera misa en el momento de la creación de San Cristóbal de la Habana el 16 de Noviembre de 1519. Para los negros esclavos arrancados de sus raíces las ceibas eran el único vinculo con la tierra que dejaron y sus frondosas copas dan abrigo a sus orishas. La ceiba (el simbólico "Yaxché" de los mayas), desde los tiempos precolombinos era considerada como árbol sagrado, ya que se acostumbraba celebrar ritos bajo su follaje. « La ceiba es considerada el árbol sagrado de la vida y, para los mayas, representa la sabiduría. En sus leyendas cosmogónicas abre sus ramas mayores hacia los cuatro puntos cardinales, y de esa manera se une a la cuádruple deidad que rige los vientos y las lluvias. Sus ramas dividen el mundo inferior, donde moran los espíritus, del Xibalbá o lugar de la extinción, además de marcar los rumbos en el mundo físico y dividir las estancias de los dioses en el alto misterio sideral. Para nosotros los santiagueros nuestra ceiba, allí en 17 y 2 fue testigo también de la credulidad de sus poderes mágicos y no faltaban los que dándole tres vueltas pedían un deseo, sorteando muchas veces con el remilgado temor los plátanos maduros y el trapito rojo como restos de un ritual que alguien había dejado. Nuestra ceiba fue testigo de muchas de nuestras correrías infantiles, en el escenario de un juego de pelota donde los jonroneros incrustaban la bola sobre su frondoso follaje. Nuestra ceiba fue testigo de como la pelota dio paso a un deporte menos conocido el jockey sobre cesped. Nuestra ceiba fue testigo del comienzo y final del vivero Begoña. Nuestra ceiba fue testigo de un mercado campesino que nos ahorraba largos viajes en busca de viandas y carne de puerco. Hace relativamente poco tiempo estuve al amparo de su sombra, cruce al frente y me dispuse a comprar carne en el mercado. La tristeza me embargo, la ceiba a mis espaldas fue testigo de como me confundían con extranjero. yo no lo noto pero mi acento es diferente y mis palabras son otras aunque hable en español, solo el carnicero reacciono cuando le llame asere y le dije no me engañes que yo nací aquí, muy cerca de esta ceiba y aun recuerdo lo que es un bistec.

Jose Martí dijo. ¡Solo las flores del paterno prado/ tienen olor! ¡ Solo las Ceibas patrias del sol amparan!

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