Las últimas letras de Corín
Corín Tellado dictó el miércoles pasado a su nuera la que sería su última historia, un relato para la revista de Latinoamérica ‘Vanidades’
Murió tranquila. En casa. En familia. «De agotamiento después de veinte años de diálisis», decía ayer un familiar en el tanatorio, con la tranquilidad que da saber que se fue a gusto, sin sufrimientos vanos y con la pluma cargada de tinta hasta el último suspiro. Porque ya octogenaria, Corín Tellado, nunca dejó de escribir, nunca le flaquearon las fuerzas para imaginar otros mundos. Ya no directamente sobre una vieja máquina de escribir, pero sí a través de la María José –Caco–, su nuera, la vecina de puerta en Marqués de San Esteban, que le hacía las veces de amanuense del siglo XXI para dar forma escrita a lo que su mente continuaba tramando.
Fue el miércoles el último día que escribió. Ayer lo recordaba su nuera en el tanatorio, aún con el dolor reciente y tratando de atinar con el número de relatos que dejó inéditos. «Yo tengo guardados los ocho últimos sin enviar», decía María José, sin querer desvelar los contenidos de esas historias que desde hace cuarenta años publicaba fielmente en la revista ‘Vanidades’, con gran predicamento en Latinoamérica y con la que la asturiana ha mantenido un relación estable durante décadas. «No volví a tocarlas en el ordenador y tengo que meter correcciones», recordaba su nuera.
Fue para ese mercado iberoamericano que tantos éxitos le dio para el que escribió las que fueron sus últimas líneas, sus últimas historias de amor, las que se publicarán en los próximos meses, porque siempre trabajaba Corín Tellado con mucho adelanto. «Ella solía trabajar por las mañanas y se tomaba su tiempo», dice María José, que sabe que era la escritora de Viavélez una mujer cumplidora, que nunca quería ni podía dejar de lado sus compromisos.
Por eso el miércoles, pese a que no se encontraba muy bien, dejó el piso de su hija Begoña en el que residía y se fue al de su hijo y su nuera. Pasó, curiosamente, de una letra a otra, del piso C al D, para hilar vocales y consonantes por última vez. Y allí dictó para Caco su última historia. «Ya no estaba ella como siempre», dice su nuera, que no recuerda cuál fue el título elegido para la que habría de ser su última obra.
Lo cierto es que Corín «había dado un bajón», ya en los últimos meses no estaba tan activa, ya no tenía la fuerza para quedar a comer con la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, a la que apreciaba muy especialmente, ya no podía desplazarse y viajar con frecuencia. La diálisis era su compañera y la cita tres días por semana –lunes, miércoles y viernes– le impedía moverse todo lo que quisiera, pero, pese al bajón físico, decía ayer su familia que siempre estuvo muy lucida, que se mantuvo activa hasta el final.
Y es que ella nunca dejó de imaginar vidas ajenas en una trayectoria profesional que se cuenta por millares de obras. Este mismo verano publicó en las páginas de LA VOZ ‘Milagro en el camino’, una novela en 40 entregas que resultó ser la última y que ella no quería definir como una historia de amor. «El amor no es el protagonista, aunque también haya amor y escenas de pasión, porque es la historia de una familia», decía entonces, porque por mucho que el amor fuera su sello de identidad, ella siempre renegó del romanticismo: «Para escribir no me resulta indispensable que el amor sea el ingrediente fundamental de las páginas». (Nota del Periódico El Comercio de Gijón).
Corín Tellado dictó el miércoles pasado a su nuera la que sería su última historia, un relato para la revista de Latinoamérica ‘Vanidades’
Murió tranquila. En casa. En familia. «De agotamiento después de veinte años de diálisis», decía ayer un familiar en el tanatorio, con la tranquilidad que da saber que se fue a gusto, sin sufrimientos vanos y con la pluma cargada de tinta hasta el último suspiro. Porque ya octogenaria, Corín Tellado, nunca dejó de escribir, nunca le flaquearon las fuerzas para imaginar otros mundos. Ya no directamente sobre una vieja máquina de escribir, pero sí a través de la María José –Caco–, su nuera, la vecina de puerta en Marqués de San Esteban, que le hacía las veces de amanuense del siglo XXI para dar forma escrita a lo que su mente continuaba tramando.
Fue el miércoles el último día que escribió. Ayer lo recordaba su nuera en el tanatorio, aún con el dolor reciente y tratando de atinar con el número de relatos que dejó inéditos. «Yo tengo guardados los ocho últimos sin enviar», decía María José, sin querer desvelar los contenidos de esas historias que desde hace cuarenta años publicaba fielmente en la revista ‘Vanidades’, con gran predicamento en Latinoamérica y con la que la asturiana ha mantenido un relación estable durante décadas. «No volví a tocarlas en el ordenador y tengo que meter correcciones», recordaba su nuera.
Fue para ese mercado iberoamericano que tantos éxitos le dio para el que escribió las que fueron sus últimas líneas, sus últimas historias de amor, las que se publicarán en los próximos meses, porque siempre trabajaba Corín Tellado con mucho adelanto. «Ella solía trabajar por las mañanas y se tomaba su tiempo», dice María José, que sabe que era la escritora de Viavélez una mujer cumplidora, que nunca quería ni podía dejar de lado sus compromisos.
Por eso el miércoles, pese a que no se encontraba muy bien, dejó el piso de su hija Begoña en el que residía y se fue al de su hijo y su nuera. Pasó, curiosamente, de una letra a otra, del piso C al D, para hilar vocales y consonantes por última vez. Y allí dictó para Caco su última historia. «Ya no estaba ella como siempre», dice su nuera, que no recuerda cuál fue el título elegido para la que habría de ser su última obra.
Lo cierto es que Corín «había dado un bajón», ya en los últimos meses no estaba tan activa, ya no tenía la fuerza para quedar a comer con la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, a la que apreciaba muy especialmente, ya no podía desplazarse y viajar con frecuencia. La diálisis era su compañera y la cita tres días por semana –lunes, miércoles y viernes– le impedía moverse todo lo que quisiera, pero, pese al bajón físico, decía ayer su familia que siempre estuvo muy lucida, que se mantuvo activa hasta el final.
Y es que ella nunca dejó de imaginar vidas ajenas en una trayectoria profesional que se cuenta por millares de obras. Este mismo verano publicó en las páginas de LA VOZ ‘Milagro en el camino’, una novela en 40 entregas que resultó ser la última y que ella no quería definir como una historia de amor. «El amor no es el protagonista, aunque también haya amor y escenas de pasión, porque es la historia de una familia», decía entonces, porque por mucho que el amor fuera su sello de identidad, ella siempre renegó del romanticismo: «Para escribir no me resulta indispensable que el amor sea el ingrediente fundamental de las páginas». (Nota del Periódico El Comercio de Gijón).
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