domingo, octubre 9

Quintanilla, un Nuevo Continente.

Los cañones de la Fortaleza del Morro en la Bahía de la Habana desafían el paso de los años y llegan al presente con la fuerza y sentido espiritual que tuvo Cuba para los españoles como parte de la conquista del nuevo mundo. Hoy aun la frase " Más se perdió en Cuba", es el consuelo solapado de quienes pierden algo y mas aun la esperanza. El próximo día 12 de Octubre se cumplirán 188 335 días del descubrimiento de América.

Habían pasado dos horas de la medianoche de aquel día y cuando el desanimo de aquellos navegantes hacia mella en sus cuerpos y mentes un grito rompió el silencio, desde su puesto de vigía en lo alto de la Pinta el marino andaluz Rodrigo de Triana pronunciaba la tan deseada "tierra a la vista". La historia posterior a ese mágico instante es difícil de calificar y un tema que todos deberíamos de conocer a fondo por todos sus matices e intríngulis que lo rodearon.

Debo confesar que siempre he sentido curiosidad por saber detalles de aquellos osados personajes que desafiaron lo desconocido, sin embargo por pura casualidad descubrí a un hombre cuyo nombre es desconocido para nosotros y que sin su labor es muy probable que América fuera mas joven. En mi barrio hay una calle que lleva por nombre Alonso Quintanilla, un asturiano nacido en  1420. ¿Quien fue? Para dar respuesta a ello reproduzco íntegramente  un articulo que aparece en el sitio Web vivirasturias.com.

Alonso Álvarez de Quintanilla

"Personalidad injustamente marginada y olvidada por los historiadores contemporáneos en cuanto a su contribución al descubrimiento de América. Su apoyo a Cristóbal Colón resultó capital para que éste pudiese hacer realidad su memorable viaje por el Oeste a Asia, con la consecuencia lógica del descubrimiento de un nuevo continente.
Alonso de Quintanilla nació en el año 1420 en Paderni, casería de San Esteban de las Cruces, parroquia perteneciente al concejo o municipio de Oviedo. Era hijo de Luis Álvarez de Quirós y de Urraca Álvarez de Quintanilla. Contrajo matrimonio en 1490 con la asturiana Aldora de Ludeña, con la que tuvo descendencia.
Empezando desde abajo, trabajó primero para Enrique IV y luego para los Reyes Católicos. Su ascensión en la carrera de la Administración central del Estado fue fulgurante, llegando a ser contador mayor de la Real Hacienda. Contribuyó también a la creación de la Inquisición en Castilla y de la Santa Hermandad. Los Reyes Católicos le tenían en muy alta consideración, acudiendo a él con frecuencia para solicitar consejo. En prueba de su gratitud, le concedieron muchas mercedes.
Hombre de mente privilegiada, comprendió enseguida que el viaje que proyectaba realizar un desconocido llamado Cristóbal Colón a través del Atlántico, siguiendo la dirección del sol para llegar al continente asiático, era realizable. Como hombre del Renacimiento y empapado de las nuevas corrientes culturales, económicas y científicas, comprendió, como un gran visionario, la gran importancia que tendría para la Corona castellana que se realizara tal viaje para llegar a las islas de las Especias o Molucas, Japón y China por la ruta alternativa a la de Asia Menor — —controlada por los turcos otomanos— o circunvalando el continente africano —camino dominado por Portugal, su otra gran rival en Europa.
Rechazado su proyecto por Juan II de Portugal, el desilusionado Cristóbal Colón pasó en 1485 a Córdoba, donde se encontraba entonces la Corte. Dice el cronista Antonio de Herrera que «en Córdova començó á tratar su negocio, i en quien mas acogimiento halló, fue en Alonso de Quintanilla, Contador Maior de Castilla, Hombre prudente, i que tenia gusto en cosas grandes, i por parecerle persona de estimación, le daba de comer, porque de otra manera no se pudiera entretener tanto tiempo en tan larga demanda». En este aspecto, dice Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés —primer cronista de Indias— que al llegar Cristóbal Colón a Castilla, de todas las grandes e influyentes personas de España, en quien más apoyo recibió para su proyecto y acogimiento para su persona fue del asturiano Alonso de Quintanilla. Este testimonio lo corrobora el Inca Garcilaso de la Vega, quien afirma que «solamente Alonso de Quintanilla, Contador mayor, le daba de comer en su despensa, y le oía de buena gana las cosas que prometía de tierras nunca vistas».
Tanto porfiaron Colón y los pocos amigos que tenía en la Corte que al final los Reyes Católicos, ocupados en la conquista del reino moro de Granada, ordenan a fray Hernando de Talavera que organice una junta de cosmógrafos para examinar lo que Colón llamaba la «empresa de Indias». Los meses y los años pasaban y ni los Reyes, preocupados por el asunto de la conquista de Granada, ni la junta se pronunciaban. Cristóbal Colón sigue a la Corte allí donde ésta se dirige. En esta interminable espera siempre contó con el apoyo y ayuda de Quintanilla, presentándole a destacadas e influyentes personalidades, como el cardenal Pedro González de Mendoza, quien llevó a Colón a presencia de los reyes. Por fin, después de cinco años de espera, los miembros de la junta dan un dictamen, rechazando el proyecto colombino por no admitir la estrechez del océano Atlántico que le atribuía el genovés.
Con gran tristeza se dirigió Cristóbal Colón a Sevilla y de allí al monasterio de La Rábida (otoño de 1491), donde le recibe fray Juan Pérez de Marchena. Su intención era abandonar España y dirigirse a otro país europeo para presentar su proyecto. Es entonces cuando fray Juan Pérez —antiguo confesor de la reina— escribe a Isabel I. Ésta le manda que vaya a verla al campamento de Santa Fe pero al ambicionar que se le nombre virrey, gobernador y almirante de las tierras que se descubriesen, además de otras ventajas económicas, se le rechaza de nuevo.
Entra ahora de nuevo en escena Alonso de Quintanilla y Luis de Santángel —escribano de ración del rey—, quienes interceden ante la reina argumentando que el viaje era posible y que si se rechazaba la «empresa de Indias» y Colón la presentaba en otro país como pretendía, traería grandes perjuicios a la Corona castellana. Y en cuanto a los desorbitantes títulos y rentas que solicitaba el genovés, le dijeron que éste sólo pedía de lo que hallase más allá de océano y además concurría con parte de los gastos y exponía su persona.
La reina agradeció el consejo del asturiano Quintanilla y Santángel diciéndoles «que le aceptaba, con que se guardase á que se alentase algo de los gastos de la Guerra; i que si todavía parecía que se efectuase luego, tenia por bien, que sobre algunas Joias de su Cámara, se buscase prestado, el dinero que fuese menester —refiere Antonio de Herrera—. Quintanilla, i Sant Angel la besaron las manos, porque por consejo suyo hubiese determinado de hacer, lo que por el de tantos había rehusado».
El resto es de todos bien conocido. El 17 de abril de 1492 los Reyes Católicos y Cristóbal Colón firmaron las Capitulaciones de Santa Fe, que darían como resultado que, cerca de seis meses después —el 12 de octubre—, se descubriese un nuevo continente: América.
El hallazgo del Nuevo Mundo, acontecimiento que cambiaría la historia de la humanidad, se hizo realidad gracias a unas pocas personas con visión de futuro, como Alonso de Quintanilla. En tal extraordinario evento, como ha quedado demostrado, el asturiano desempeñó un papel crucial, creyendo, acogiendo y apoyando siempre, especialmente en los momentos más difíciles, a Cristóbal Colón.
Bien lo dijo Campomanes: «Si Alonso de Quintanilla hubiera despreciado á Colón, no se hubieran acaso descubierto las Indias».
FUENTE: José Ramón Martínez, Rogelio García y Secundino Estrada, «Historia de una emigración: asturianos a América, 1492-1599», Oviedo, 199

Si Cristóbal Colon hubiese sido justo America hoy pudiera tener otro nombre, "Quintanilla" por honor y agradecimiento aunque lo de ser Quintanilleros no nos suene muy bien.

1 comentario:

  1. muy bonito sobre alfonso quintanilla con ser asturiano me entero de algo q no sabía gracias raimon por tu escrito .un saludo

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